Mi nombre
Hace unos cuantos años, probablemente un 18 de diciembre, Día del Migrante, entrevisté para Radio Progreso a un joven hondureño que en su camino hacia el Norte sufrió un accidente mientras viajaba en La Bestia. No recuerdo su nombre pero sí la intensidad de la entrevista, los silencios y la emoción que los oyentes pudieron palpar al otro lado de la radio.
Contaba su tragedia al quedarse dormido entre dos vagones mientras soñaba con llegar a la frontera con Estados Unidos. Se descolgó del tren y La Bestia no lo perdonó: amputación de una pierna y una mano. Después, empezó su calvario en los hospitales mejicanos hasta que pudo regresar a Honduras. Pedía a los jóvenes que no se fueran, que lucharan por su país sin abandonarlo.
He conocido historias desgarradoras de migrantes. La madre testigo de las violaciones que había sufrido su hija y la culpabilidad que una y otra vez sentía por no haber podido impedirlo. La angustia de aquella joven encerrada nueve días en una habitación esperando que alguien viniera a buscarla para cruzar el río. Logró llegar al otro lado, pero la policía fronteriza la detuvo y la deportó. Nadie me contó estas historias, yo misma las escuché sintiendo como las palabras huían de mi boca y la rabia llegaba a mi corazón.
Acabo de terminar "el viento conoce mi nombre" , de la escritora chilena Isabel Allende, un libro que responde cien por cien a su estilo: lectura ágil, vidas que se cruzan y una historia, que aunque sea ficticia, responde a una realidad vivida o que se vive en la actualidad.
Samuel, Leticia, Serena y Anita tienen una vida de dolor, sufrimiento, desarraigo y soledad. Cada personaje tiene una historia que acaba cruzándose con la de los demás. Y aunque creo que al final le falta algo, un par de páginas más para cerrar el círculo de esas vidas, no deja de ser una lectura que atrapa.
Lo que me impresionó fue la capacidad que tiene Isabel Allende para captar el drama de tanta gente como han tenido que abandonar la seguridad de un hogar en busca de otro que les abriera a la esperanza de una vida mejor. La lucha de toda una vida por encajar ese desarraigo entre el hoy que puede ser bueno y el ayer donde se quedan los recuerdos. De eso sabe mucho la propia escritora exiliada tras el golpe de estado contra Salvador Allende en 1973.
Hace algún tiempo escuché la expresión duelo migratorio y me sorprendió oír que ese duelo lo vive tanto el que se va como el que se queda. Sobre ese término escribía una entrada el 19 de diciembre del 2019.
Este libro me ha traído de nuevo el recuerdo de tantas familias como sufren la partida, quizás sin regreso, de quienes buscan un futuro mejor. No hay drama mayor que tener que salir, por la violencia, por la falta de futuro y asumiendo riesgos, de un entorno conocido para enfrentar lo desconocido. Hay que ser muy valientes para dar ese paso o estar muy desesperados. Por desgracia estas historias no se acaban y se repiten con más dolor si cabe.
Que no seamos nosotros quien les juzguemos ni les señalemos. El viento conoce mi nombre nos alegra con una mirada de ternura y compresión. Ojala nosotros también la tengamos así.
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