Café

Estamos acostumbrados a tomar café, lo hacemos en las reuniones, al desayuno, después de las comidas. Contamos con un buen café para disfrutarlo con los amigos y también solos,  en esos momentos de sosiego, de tranquilad. O puede que necesitemos despejarnos, reaccionar y también acudamos al café para darnos ese punto de energía que nos falta.
En Colombia no, en Colombia el café es cultura, forma parte, sobre todo y por supuesto en el eje cafetero más, del día a día de la gente, va impreso en los genes. Se bebe café, se toma "tinto" porque no cabe pensar en beber otra cosa, a no ser que sea aguardiente.
Después de vivir con hermanas colombianas y de estar ya tres veces en ese país me queda claro que el café es más que una bebida. Me contaban que cuando las primeras misioneras de la Congregación llegaron a Colombia en el año 1964 se enzarzaron en una disputa con las jóvenes colombianas que querían unirse a ellas prohibiéndoles tomar café porque era "malo". En la mentalidad de aquellas hermanas gallegas, asturianas y castellanas no cabía la posibilidad de beberlo sin más, tan sólo podía hacerse en el desayuno, y si acaso, después de comer. Alguien las sacó de su error y las convenció de que, del mismo modo que para los españoles es normal beber, pongo por caso, vino, lo propio en Colombia es beber café.
La Federación de Cafeteros Colombianos creada en 1927 ha tratado de aunar a todos los caficultores del país, trabajando y defendiendo sus intereses. El apoyo va desde la comercialización del café, el control de calidad hasta el desarrollo de las zonas rurales donde se cultiva. 
Datos a parte, café es café. Reconozco que cuando viajo a Colombia o a Honduras me hago un poco "adicta". El sabor y el olor son diferentes. Nada que ver con el que tomamos aquí, espeso, denso, intenso. Beber café en América es saborear despacio, y disfrutar de su aroma. 
Entre viaje y viaje, sobre todo en esas largas horas de avión, leo. Me llevé para allá El reino del noruego Jo Nesbo, una historia llena de sorpresas que te mantiene alerta porque intuyes que algo más va a suceder, y regresé con Volver a dónde, de Antonio Muñoz Molina. Cuando pregunté que tal estaba el libro de Muñoz Molina, alguien muy cercano a mí me respondió que era un "libro pausado, tranquilo, como beber despacio un buen café". Totalmente de acuerdo con el comentario, exacta la descripción del libro, pero sí el café es de "allende los mares", mejor que mejor.


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