Aquellos años.

Hay autores y hay libros, hay cantantes y hay canciones. Entre los primeros, Gabriel García Márquez y Cien años de soledad, de los segundos Bruce Springsteen y The river y aquel inolvidable concierto en el estadio Vicente Calderón.  A lo largo de la vida vamos asociando momentos con escritores y cantantes, colocamos nuestras experiencias al lado de ellos.
Sería por el año 2000 cuando, estando en la misión de Chezi, en Malawi, nos visitaron cuatro amigos escoceses. Era sábado, eso lo recuerdo muy bien porque ese día repartíamos comida a los huérfanos de los poblados y nada más llegar también ellos empezaron a repartir los sacos de harina. No recuerdo por qué estaban en Malawi, lo que si sé es que se creó entre ellos y nosotras un feeling muy especial, una amistad que perduró en el tiempo y, que aún hoy, cuando ya hace años, muchos años, que no nos vemos seguimos manteniendo a través de las redes sociales.
Pues bien, uno de ellos era amigo de los integrantes de la banda escocesa Runrig. Puede que no suene, que pocos la conozcan, pero los primeros años del 2000 fue mi música de cabecera, me acompañaba en la oficina, en el coche, dónde fuera que podía llevarla. No sé cuantos CD's tengo, uno de ellos firmado y dedicado por los integrantes de Runrig. Escuché sus canciones centenares de veces, las tarareaba, las extrañaba, las necesitaba sin saber muy bien por qué. Después, al salir de Malawi destinada a Honduras, aquellos discos quedaron en una caja en Asturias, dormidos y, también, un poco olvidados.
Runrig nace como banda en Glasgow en el año 1973 y desaparece en el 2018. Se enmarca dentro de un estilo folk rock con mezcla de canciones en inglés y gaélico y muchos matices celtas. Hace unos días uno de aquellos viejos amigos escoceses publicaba en su perfil la foto del disco Long distance y de nuevo Runrig volvió a mí, ahora a través de plataformas musicales, reencontrándome con una música que ocupó unos años de misión dura, áspera, pero rica en vivencias, en experiencias humanas y en crecimiento personal.
En esta otra etapa que nos toca vivir, saliendo de un confinamiento, intentando retomar una vida que se quedó en el aire un 14 de marzo, Runrig reaparece para colarse de nuevo en mi día a día.
Por encima de todos los recuerdos y sentimientos que puedan surgir en mí, este reencuentro me lleva a un momento concreto donde, tras enfrentar una situación dramática en Malawi, la hambruna del 2002, seguimos adelante intentando encajar en nuestras vidas lo que estaba sucediendo: los muertos, los malnutridos, la falta de medios, pero sobre todo, la impotencia por no poder hacer más por los otros. Y en ese tiempo Every river, Alba, Glory road, Rocket to the Moon, The Greatest Flame, Loch Lomond o Abhainn an T- Sluaig en gaélico lograban serenarme y darme fuerzas para continuar al día siguiente.
Volver a escuchar la música de Runrig me hace volver la vista atrás para emprender, como ocurrió entonces, un camino nuevo de esperanza y de confianza. La música tiene el poder de colocarte en otros momentos, en otras situaciones. Eso me ha pasado con esta vieja banda escocesa, y ahora como  pasó entonces, y sigo sin explicarme por qué, me dan un empujón de ilusión y ánimo.

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