Disfrutar

Llevo unos días de descanso en mi tierra, en Asturias, y a parte del clima, que aunque caluroso no se puede comparar con el que hay en otros lugares, disfruto del entorno, del verde, del frescor, del orbayu y de alguna visita a lugares que no conocía y me sorprenden, espacios que siempre han estado ahí y que por cercanos no llegué a prestarles atencion.
Por ejemplo, hace unos cuantos meses cuando estaba fuera de España leía Salvo mi corazón todo está bien del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, nombrado no hace mucho en los medios de comunicación por encontrarse en un restaurante en la ciudad ucraniana de Kramatorsk cuando fue bombardeado por el ejército ruso. En el ataque morían once personas entre ellas la escritora ucraniana Victoria Amelina con quien cenaba Abad. Pues bien, en ese libro mencionaba que el primer corazón pintado en la historia está en la cueva del Pindal, en la localidad de Pimiango, concejo de Ribadedeva. Fue comentarlo y ya estaba organizada una visita.
El día amaneció lluvioso, pero la lluvia en Asturias se asume como algo natural: ni impide ni obstaculiza. El Pindal es una cueva prehistórica conocida desde 1908 y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2008. Cuenta con 13 bisones, 8 caballos, una cierva, un ciervo y un mamut además de otros símbolos. Aunque muchas de estas figuras no pueden verse, el recorrido termina con la vista del mamut y el manchón rojo. Tiempo me faltó para preguntar al guía sobre ese rojo y comentarle lo que se dice sobre esa mancha. El guía, como buen profesional, desmintió que pueda ser un corazón alegando, entre otras muchas razones, que incluso puede ser posterior, pero a mí el romanticismo ni me lo quitó, ni me importó lo que dijo, sigo pensando que quien lo pintó plasmó ese corazón quizás herido, quizás mágico.
Me gustó esa visita donde se recorren 250 metros en línea contemplando la pared derecha de la cueva. Desde la entrada se contempla un retazo del mar Cantábrico, un  regalo para la vista. Una sugerencia, al regresar por Pimiango no está mal parar en La Librería y tomarse algo mientras se echa un ojo a los libros que allí tienen a disposición de la gente. Y para rematar tampoco va mal acabar comiendo en la playa de Toró. Puestos a pasar un buen día, que sea completo.
Otra de esas visitas sorpresivas fue la realizada a la aldea El Navaliegu, en el concejo de Laviana, dentro de las actividades caminando por Laviana, impulsadas por el  ayuntamiento. La visita trata de mostrar cómo se vivía en las zonas rurales del concejo, en lugares como éste que en su momento se convirtieron en punto de encuentro de dos rutas de montaña: la del puerto de San Isidro y la del puerto de Tarna. Para los amantes de la montaña desde El Navaliegu se tiene una buena vista de Peña Mea (1.557 m), una ruta que también se incluye entre las actividades caminando por Laviana y, aunque dura por el ascenso en algunos tramos, permite una vista espectacular de los concejos de Laviana y Aller.
Total, que a veces lo que más cerca tenemos ni lo conocemos ni lo valoramos. El descanso da para todo, para adentrarse en la profundidad de la tierra y para mirar hacia arriba y contemplar las alturas de la cordillera Cantábrica, pero sobre todo para disfrutar de la familia, los amigos y para reencontrarse con lo que es nuestra historia, mi historia.


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