Días que pasan

Se acaba el verano o eso me parece a mí. Se termina este tiempo tan anormal, tan distinto, tan poco común. Tras el estado de alarma nos hemos visto inmersos en días y días de confusión, de perplejidad. Si en algún momento llegamos a pensar que el coronavirus se podía atajar, definitivamente nos hemos equivocado.
Con mucha prudencia, ¡pero mucha! con muchas medidas de seguridad y prevenciones, he podido participar en reuniones fuera de Madrid y disfrutar de unos días de descanso en mi tierra. La temperatura corporal ha bajado y la mental también, porque está claro que el calor sofoca cuerpo y mente y, al menos a mí, me distorsiona las cosas. Soy hija del Norte, del orbayu y la humedad, de las zapatillas, aunque sea mes de agosto, y por supuesto, de la chaqueta bajo el brazo 24 horas al día, todos los días.
Y en ese tiempo de tranquilidad, casi de encierro en mi pueblo, me dediqué a mi afición preferida: leer. Sí, he leído y mucho. Ya lo escribí en alguna ocasión, leer me lleva a otros mundos, me abre a otras realidades, me ayuda a entender y a comprender. Meterme en la trama de un libro me invita a desconectar, puntualmente, de mi entorno, a llenarme de otras historias, de otras culturas. Entre esos libros que han ido pasando por mis manos la deliciosa y romántica lectura de La mujer de la libreta roja, del francés Laurain Antoine, y La nena, de Carmen Mola, una novela eléctrica, donde se vive en permanente estado de inquietud. Los dos muy distintos, los dos recomendables.  
Leer no me ha apartado de lo que está ocurriendo en España y en el mundo porque estaba ahí, está aquí. No puedo olvidar que lo que acontece a mi alrededor es doloroso, confuso, se vive con miedo, con rabia. He escuchado las noticias que iban surgiendo, algunas con sorpresa otras esperándolas. 
Al final, ya de regreso a Madrid, planeando un posible viaje a Malawi, si las circunstancias lo permiten pero, sobre todo, si la pandemia da un respiro, tengo la impresión que esta historia de locura y dolor que se inició con el año no va a desaparecer y tendremos que acostumbrarnos a vivir con ella. Y no va a ser fácil, no está siendo fácil.
Todo esto nos lleva a cambiar de hábitos, a vivir de otro modo, a prescindir de cosas que antes nos parecían imprescindibles, a reorganizar, en definitiva nuestra vida. Ánimo y fortaleza para todos porque nada es imposible. 

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